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miércoles, 23 de febrero de 2011

Recitales de Mi Vida - Parte II, Soledad

Soledad, hace mas de 10 años...

Un “romance mal logrado”, es una buena definición para esta historia. En mis quince, viajé unas 6 horas para llegar a un pueblo donde se celebraría una fiesta importante. Un festival, ahí conocí a un chico de 16 años. Aquella noche extraña, hacía mucho calor y el cielo era constantemente iluminado por una tormenta de relámpagos. La verdad es que me había encariñado mucho con su madre, y no tuve empatía con él en un principio. Pero durante esa noche conversamos mucho, me presento a sus amigos, me llevo a un puesto de artesanía y me compró un colgante muy lindo. Recuerdo que él mismo lo abrochó a mi cuello, mientras yo no entendía nada! Desconcertada por la amabilidad y el interés de este bailarín que me parecía sacado de un cuento de hadas.


Y llegó el show más esperado de la noche en el festival, llegaba “El Huracán Soledad”, como la llamaban, la gente con sus coloridos ponchos al aire le saludaban, entrando con la potencia de un bombo al escenario, trajo consigo aquel aire que dejaba perplejo a cualquiera que la escuchara en ese lugar. Una mezcla de orgullo, mucha fuerza, talento que desbordaba aquel escenario, una voz tan clara, firme y suave a la vez… la canción que sentí mía en aquella noche, aunque esté muy trillada: “Como Será”.

Soledad Pastorutti

Tuve que esperar 6 meses para volver a verlo. Llegó una noche de viernes, acompañado de su madre. Aquel fin de semana no me alejé de su lado, él tampoco lo permitió, fuimos juntos a lugares donde se presentaría con su grupo, compartimos una fogata guitarreada con sus amigos. Recuerdo aquel domingo, el camino desde el centro de eventos a su bus quedaba a 3 cuadras, de un camino de tierra. Salimos abrazados, pensando en aquella distancia que nos podía jugar en contra, en las llamadas que nos haríamos, en las cartas… ojalá ese camino hubiera sido más largo.

Luego de aquello, la espera por recibir noticias. Solo recibí una carta de su parte,  con una foto. Yo envié unas 6 o 7 cartas, lo llamé unas 2 veces puesto que mi presupuesto de aquel tiempo no alcanzaba para llamadas de larga distancia. De a poco me fui dando cuenta de que la magia iba en descenso.

Esperé otros 6 meses para volver a verlo, en el siguiente festival, pero las cosas habían cambiado.

Una niña de quince años, sentada mirando el verde-dorado de un árbol, escuchando forzosamente lo que no quería escuchar, “que esto no resultaba”, que “solo podía ofrecerme amistad”… por dentro sentía cascadas de lagrimas fluyendo, corriendo tan fuerte, emborrachándome en aquellas frases cliché tan escuchadas para todos, menos para mí en aquellos momentos. Intentando abstraerme del dolor, me concentré en el movimiento de aquel árbol, que suavemente lo mecía el viento, como el ritmo de una triste balada, y solo eso me permitió continuar aquel día, aquel árbol quitó la pena de mí… por unas horas.

Camino al festival, su madre me apartó para hablar a solas conmigo, me contó que se había enterado de nuestra separación, con lágrimas en sus ojos intentó justificarlo, me dijo que le debía dar una oportunidad, me regaló aquella frase que me ha quedado durante estos años “No está muerto quien pelea”. Yo solo comprendía que lo que ella me decía era imposible, como yo lucharía por él?, si todo estaba claro!... Y luego,  llegó aquel momento que recuerdo perfectamente a pesar de que ya ha pasado más de una década, me dijo llorando “prométeme que le darás una oportunidad”, en mi desesperación por salir de aquella situación le dije que “si”, luego ella contestó “Te quedan dos años.”, lo cual no entendí en aquel momento.

 Y lo peor, llegamos al festival y nos tuvimos que sentar juntos durante todo el evento, yo ni siquiera podía mirarlo, fue una de las primeras veces en que tuve esforzarme mucho para no demostrar mis emociones. Sentía mucha tristeza, pero a la vez no quería demostrarlo porque sabía que él no merecía mis lágrimas.

Pasaron dos años para volver a tener noticias de aquella familia, tristes noticias, un domingo en la mañana nos llaman unos conocidos, diciéndonos que por casualidad se habían enterado que aquella señora tan querida para mí (la madre de mi ex), había perdido su lucha contra el cáncer de pulmón, y había muerto hace unos meses. Nunca nos enteramos a tiempo. Mucho que pensar esa mañana, ahí recién entendí las palabras de aquella noche.

Mucho que agradecer a aquella mujer, sentí una verdadera amiga en ella, sentí la honestidad y su apoyo, ella intentó darme la fuerza que ni ella tenía!. Aquella familia me dejó un montón de recuerdos, unas cuantas fotos, un colgante, y aquella promesa que finalmente quedó en el aire por circunstancias de la vida. Luego vino la culpa, por haber puesto en juego mi palabra, aquella que nunca podría cumplirle. Aprendí con esto que siempre se debe decir la verdad, incluso en las situaciones más críticas, sobre todo en esas!!. Si tan solo yo hubiera tenido el valor de contarle mi dolor, si ella hubiera visto la frialdad con que su hijo me botó, hubiera entendido y no me habría hecho promete nada.

Un par de años después, cuando aquel “incidente” para mí solo significaba una experiencia más, volví a aquella casa. Estaba tan fría, oscura, sin “La Madre” todo era distinto, implícitamente yo no era bienvenida en ese lugar, así que hice lo que debía, seguir adelante.

2 comentarios:

  1. Generalmente, en los lugares más extraños y de la gente que uno menos espera es que aprende las lecciones más grandes de la vida.

    La tristeza de la experiencia vivida te quedó marcada a fuego. Me gustaría en algún momento ver una experiencia feliz en un próximo escrito :)

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  2. Me dio mucha pena, de verdad. Recuerdo parte de esa historia, a pesar de mi cabeza de pollo.

    Creo que lo positivo de esto y de las historias pasadas, en general, es que puedes hacer un paralelo de como enfrentas la vida hoy; que de seguro has evolucionado demasiado, te haces más resistente al dolor o en el peor de los casos, lo puedes sobrellevar con más herramientas que antes.

    Sé también, que a pesar de todo lo mal que te sentiste en ese momento, que no sería justo que te reproches, hiciste todo lo que tenías a tu alcance y una de las cosas más nobles que un ser humano puede hacer, seguir lo que el corazón te indicaba en ese momento.

    Hay cosas del corazón que la razón no entiende...

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